Salida a picos de Europa con mi hermano y un conocido.
El objetivo era escalar la cara sur de Horcados Rojos y el espolón norte de Torrecerredo.
Día 10 del agosto de 1.981. Llegamos a Fuente Dé, nos dirigimos a cabaña Verónica y escalamos la
cara sur de Horcados Rojos. Por la tarde, bordeando el Jou sin Tierri, por debajo de los picos de Arenizas, cruzamos el jou de
Arenizas hacia la horcada de Don Carlos. Voy por delante, el conocido de mi hermano no puede mantener el ritmo y va a su lado
para que no se despiste.
Llegando a la horcada de Don Carlos, diviso por el alto a una persona sola. Como me sorprende que a estas horas (el sol
está empezando a ocultarse) haya gente por allí, y como voy muy por delante, me acerco a él para hablar
hasta que lleguen mis compañeros. Me comenta que está con otro amigo y que van a subir a Torrecerredo por la
noche.
Continuamos el camino hacia los restos del antiguo refugio de Cabrones (ha sido destruido por un alud).
Cenamos ya entrada la noche en compañía de otros grupos de gente de Asturias y Madrid. Entre las chapas nos
acomodamos en los sacos de dormir.
Ya entrada la noche, comenzamos a oír a lo lejos gritos de auxilio. Todos los que nos encontrábamos allí
nos movilizamos y comenzamos a subir hacia la horcada para ayudar.
Vamos subiendo muy lentamente, a pesar de que trato de apurar a todos. El grupo me dice que no pueden más y que se dan
la vuelta, a la vez que el que pide ayuda sigue gritando para que le encontremos. Viendo el panorama, pregunto por la
situación de su compañero y responde que se encuentra muerto. Le digo que baje con nosotros y que al día siguiente iremos a por él.
Bajamos todos junto al punto de acampada.
El compañero del accidentado se encontraba fuera de sí, quería bajar solo a Bulnes para dar aviso. Dado
que el camino es intrincado y viendo el estado en que se encontraba, le aconsejo de que espere a que amanezca. Le convenzo y
aunque no pega ojo en toda la noche, espera al alba. Con las primeras luces sale disparado hacia el valle.
Nosotros esperamos tranquilamente a que el calorcín del sol nos anime a salir del saco.
Pasan alrededor de un par de horas y comenzamos a oír los motores del motor del helicóptero, me sorprende la
rapidez, viendo que se trata del SAR (servicio aéreo de rescate).
Aterriza y bajan dos personas (el Presidente de la Federación Española de Montañismo y el presidente de
la Federación Asturiana de Montañismo), nos acercamos para comentar el incidente y nos responden que no tienen
noticias de ningún accidente, que se encuentran allí para subir el material de necesario para reconstruir el
refugio.
Ante nuestra sorpresa, y viendo que parece que no ponen ningún interés por el tema, el helicóptero se
marcha hacia el valle, regresa y vuelve a marcharse, no damos crédito a lo que vemos.
Al cabo de un rato, se nos acercan y nos dicen que si estamos dispuestos a intervenir en el rescate, que más tarde nos
irán a ayudar, respondemos que sí y nos montan a mi hermano y a mí en el helicóptero. Nos dejan en
la horcada de Don Carlos y vamos subiendo, de acuerdo a las indicaciones que teníamos del accidente.
Localizamos el cadáver, había tenido un vuelo de unos 40 metros. Le tapamos la cabeza con la funda de un saco de
dormir, no era agradable verle la cara ensangrentada.
Utilizamos nuestra cuerda y anillos de cinta americana para descolgarlo de entre las rocas, agarrándole uno por la
cabeza y otro por los pies.
El descenso es lento y penoso, con momentos de gran impresión. En algunos canalizos teníamos que agarrar
directamente el cuerpo para bajarlo, notando las roturas de los huesos. Los pies en algunos momentos se encontraban en
posición normal y otras totalmente al revés.
Pasados los peores tramos de rocas, aparece por fin el helicóptero con cuatro personas. Se trata del entonces guarda
del refugio de Urrielu y otros tres personas más.
Traen una camilla y todos juntos continuamos hasta la horcada donde dejamos el cadáver para que lo recoja el
helicóptero.
En el descenso al refugio, el guarda de Urriellu, algo fantasmilla el pobre, se las quiere dar de personaje. Se pone a correr
para demostrar superioridad, craso error por su parte, en cuatro saltos le dejo atrás. Con cara de sorpresa, viendo que
no puede competir con migo, se tranquiliza y así bajamos todos juntos.
Ya en cabrones, recogemos nuestras pertenencias y nos vamos tranquilamente, sin decir nada y pasando olímpicamente de
estas gentes, asqueados por lo que habíamos visto y vivido.
Después del accidente, la madre del accidentado, se dirigió a la Federación Asturiana de Montañismo
para saber quien había intervenido en el rescate. En ningún momento les quisieron decir de quiénes
éramos, por el simple hecho de ser leoneses.
Esto lo sé por boca del entonces presidente de la Federación Leonesa de Montañismo, que era amigo del de
la Federación Española, el cual le conto la historia.
Como curiosidad de los tejemanejes federativos, la Federación Asturiana de Montañismo, entregó la medalla
de plata al rescate al guarda de Urriellu, por el rescate de Torrecerredo.